No juzgues a una persona por su apariencia

Otra vez tenía prisa yendo al trabajo. ¿Es que nunca aprenderé a salir con más temprano? Y encima como siempre en las escaleras casi me tropecé con un vagabundo tumbado allí.

– ¡Pu…. Madre! – maldije – ¿Tío, no tienes otro sitio para tirarte? – grité incluso más alto.

El vagabundo murmuró algo. Seguramente estaba borracho como una cuba. Ya no tenía tiempo para llamar a la policía local. Si le veo otra vez, otro gallo cantará, no le dejaré tumbarse aquí y apestar.

Le miré por encima del hombro y casi me torcí. Estabamos en pleno verano y él estaba tumbado como si no le importara nada en un abrigo de lana marrón, una gorra negra cubriendo la cabeza. Pero lo que me sorprendió más fueron sus pies descalzos. Parecían congelados.

Corrí rápidamente al trabajo. De camino pasé para un rato a casa de un amigo. Le mencioné algo sobre un hombre que se había hecho una cama en mi edificio. Me aconsejó deshacerse de él lo más rápido posible, que si no, se unirían otros. Seguramente tenía razón.

Volvía a casa cuando ya empezaba a oscurecer. Abrí la puerta al portal e iba a encender la luz. De repente oí un fuerte jadeo. Tenía el corazón en un puño. No sabía quién o qué era. Me olvidé completamente del huésped de aquella mañana. Instinctivamente encendí rápido la luz y apreté la manilla para huir.

Al lado de la puerta al sótano vi a un hombre. Estaba lívido. Parecía como si fuera a asfixiarse de un momento a otro. Me sentí desorientado. Al final, era también una persona.

– ¿Todo bien? – le pregunté inseguro, enfureciéndome al mismo tiempo conmigo mismo por meterme en una historia desesperante. No tenía ninguna intención de familiarizarme con él.

El vagabundo solo me miraba con sus negros ojos caídos. No me respondió, solo seguía jadeando. Lentamente, extendió hacia mí su mano.

– Este es el fin – dijo tartamudeando

– ¡Llamo a la ambulancia! – Me llegó un golpe de adrenalina. A cabo de unos segundos ya oía una voz en la sala de control, diciendo que la ambulancia podría llegar en unos 15-20 minutos.

– En un rato llegará ayuda, solo no me mueras aquí hombre – dije aterrado.

– Perdóname hijo – el hombre quizá empezaba a delirar.

– Se está equivocando. Póngase tranquilo. La ambulancia llegará enseguida– de verdad no sabía que tenía que hacer.

– Que alguien me perdone, ruego – el hombre se asfixiaba cada vez más, parecía que estaba cayendo en pánico.

– ¿Pero qué tengo que perdonarle yo? Vale, ya está bien. Usted se había escondido aquí, pero yo no estaba tan furioso como para perdonarle – no sabía completamente en qué estaba pensando él.

– Yo te dejé. Tu madre me había engañado. No tenía fuerzas para seguir viviendo con ella. Pero perdóname por haberte abandonado – el hombre estaba evidentemente delirando. Me equivocó con su hijo. A no ser que mi padre, al que conozco desde mi nacimiento, no lo era. Dejé rápidamente esa idea estúpida. Es el resultado de la fiebre o algo diferente.

– Sé que eres una buena persona. Vivía siempre cerca de tí. Nunca tenía el coraje de acercarme – el vagabundo jadeaba fuertemente.

Sonaba cada vez más raro. Tenía la impresión de que yo también empezaba a delirar, solo que despierto.

– Cuánto quería a Helena…. – el hombre cerró los ojos y desde debajo de sus párpados salieron las lágrimas.

¿Helena? ¿Pero qué está diciendo?¡Si es el nombre de mi madre!

– ¿Pero qué Helena? – sacudí al hombre. Quería oír que no era la verdad.

– Helena Lipińska…, cuánto la quería, y ella me había roto el corazón – el hombre chirrió de nuevo.

Uff, mi madre se llamaba Stolarczyk. Vaya coincidencia de los hechos y nombres. Suspiré con alivio.

– Resiste un poco más, pronto llegará socorro y podrás hablar con alguien íntimo.

De repentí me sentí como si sobre mí se hubiera caido un rayo. ¿ Lipińska? Dios. ¡Si es el apellido de soltera de mi madre!

– ¡Oiga! Señor. ¿Cuándo fue? ¿Hace cuánto tiempo había dejado a Helena? – me estaba poniendo cada vez más nervioso.

– Abril 1983. Helena estaba embarazada de cinco meses. Me dijo que no sabía quién era el padre del bebé. No pude más. Salí directamente de casa – el hombre tosió e intentaba captar el aire con las pocas fuerzas que le quedaban.

Estaba ordenando rápido mis pensamientos, contando, cuándo nací. De todo aquello las simples calculaciones se volvieron imposibles para mí. ¡Todo cuadra! Solo que yo había nacido un mes antes. Es que de verdad era un bebé prematuro. La Virgen. ¡Esto estaba pasando de verdad!

– ¿Y el otro hombre? ¿Quién era aquel otro hombre con quien te había engañado? – tenía una débil esperanza de que todas las informaciones anteriores eran una pura coincidencia.

– Stanisław, Stolarczyk Stanisław – oí y me sentí mareado.

– ¿Cómo sabes que no es mi padre? ¡Por qué estás jugando con mi mente! – grité al hombre cada vez más débil.

– Cuando eras pequeño, tenías una operación grave. Necesitaban sangre…Perdóname hijo por haberte abandonado. Quería volver después, empezar todo de nuevo. Pero ella ya. Eráis una familia, perdóname – sus sollozos servían para dos. Yo no podía decir ni una palabra.

Entonces llegó la ambulancia. Rápidamente llevaron al hombre en la camilla y le suministraron el oxígeno. El hombre desconocido para mí, quitó la máscara, me miró a mí y tartamudeó con una voz baja

– Perdóname hijo.

Asentí con la cabeza. Me resultaba imposible decir algo.

Me encontré en un apartamento vacío y oscuro. Vi por la ventana la ambulancia alejándose. No podía ordenar mis pensamientos. Tenía la impresión de participar en una película.

Al final me atreví. Marqué el número de teléfono de mi madre.

– ¿Pronto? ¿Algo pasó hijo que me estás llamando tan tarde? – al otro lado oí una voz acogedora de la persona en la que siempre confiaba.

– ¡Pronto, hijo! ¿Todo bien? – Mamá repitió su pregunta.

– Acaban de llevar al hospital a mi padre – tragué ruidosamente saliva, sentía un extraño nudo en la garganta.

– Pero hijo, qué dices. Si tu padre está aquí conmigo. No bromees de estas cosas – se sentía su ansiedad.

– Se llevaron a mi padre. El verdadero padre – sentía como las lágrimas llenaban mis ojos.

Al otro lado reinaba un silencio interminable.

– ¿Cómo lo sabes? – tras un largo rato oí una voz casi desconocida.

– Ha venido a despedirse… – colgué el auricular. Después de todo fue la verdad y no un sueño.

Prawa autorskie

Wszelkie materiały (w szczególności: artykuły, opowiadania, eseje, wywiady, zdjęcia) zamieszczone w niniejszym Portalu chronione są przepisami ustawy z dnia 4 lutego 1994 r. o prawie autorskim i prawach pokrewnych oraz ustawy z dnia 27 lipca 2001 r. o ochronie baz danych. Jakiekolwiek ich wykorzystywanie poza przewidzianymi przez przepisy prawa wyjątkami, w szczególności dozwolonym użytkiem osobistym, jest zabronione.

Bądź pierwszy, który skomentuje ten wpis!

Dodaj komentarz

Twój adres email nie zostanie opublikowany.


*


Witryna wykorzystuje Akismet, aby ograniczyć spam. Dowiedz się więcej jak przetwarzane są dane komentarzy.